¿Pesimista?

Hace un par de meses tuve el enorme placer de ser invitado a una mesa redonda, donde estaban representados todos los sectores de la comunidad educativa, acerca de la inclusión. Yo representaba al sector del profesorado que atiende alumnado con necesidades educativas especiales en el aula en centros públicos. Me acompañaban en la mesa profesionales de los equipos de orientación, personal de la administración educativa, asociaciones, familias… todo ello en el marco de las III jornadas sobre inclusión «Con otra mirada» celebradas en el CEP de Cádiz.

Con anterioridad a la mesa de debate habíamos asistido a ponencias durante varios días, en las que se había hablado de experiencias concretas sobre el trabajo inclusivo de diferentes centros, profesionales de diversos ámbitos, profesorado universitario… todas bastante interesantes y enriquecedoras. Una pena la escasa asistencia a las mismas. No se si hemos llegado a un total de treinta personas las que hemos participado de los talleres y charlas.

Cuando se me preguntó sobre el presente y futuro de la inclusión no tuve más remedio que dar mi «pesimista» impresión de lo que hasta ahora viene siendo la educación especial y la integración en nuestro sistema educativo.

Si, creo que no hemos avanzado mucho. Comencé diciendo que llevamos más de cuarenta años enfrentándonos al verdadero reto del sistema educativo, la integración, y que no hemos avanzado gran cosa.

Es verdad que existen intentos que no dejan de estar basados en esfuerzos personales de docentes implicados muy valiosos, pero no hay una cultura de la inclusión. Todos aspiramos a librarnos de tener en clase a este tipo de alumnado. Mientras debatíamos sobre lo bonita y lo gratificante que era la idea de inclusión en las aulas, las bondades del DUA, (hemos vuelto a descubrir la pólvora) la realidad se empeñaba en llevarnos la contraria. En ese momento, los claustros de la inmensa mayoría de los centros educativos andaluces estudian la elección del libro de texto, (no se me ocurre ninguna actividad menos inclusiva por parte de un claustro de profesores que esta), seguimos apostando desde la administración por los centros bilingües (ya sabemos que un centro bilingüe y un centro que atiende a la diversidad no son precisamente la misma cosa, salvo excepciones) y entre otras experiencias inclusivas hablamos de los programas de tránsito a secundaria, donde los «imbéciles» (nótese el tono irónico) de los docentes de primer curso de esta etapa no están preparados, según las opiniones de las personas que hacen los dictámenes de escolarización y sociedad en general, para recibir a alumnos/as con necesidades educativas especiales por discapacidad intelectual y claro, lo mejor es que después de habernos partido la cara en la inclusión de los mismos, ahora que van a un instituto no lo hagan con su grupo de compañeros y se les destine a un aula específica.

Ya sabemos que los intereses de estos chicos en tres meses (lo que va de junio a septiembre) van a cambiar tanto que no van a tener nada que ver con los que tienen en primaria, (sigo usando la ironía) que las clases en esta nueva etapa son diferentes, que la tutoría que se ha llevado a cabo en primaria no es posible en secundaria y que claro, en el instituto van a estar abandonados. Mejor pensar en ellos (supongo que no como hasta ahora) y dirigirles a las aulas específicas donde sí estarán atendidos.

No puede haber una frase más demoledora sobre el fracaso de la inclusión en nuestro sistema, sobre el programa de tránsito y sobre la formación docente. Es tristísimo que tenga una gran parte de verdad.

Podrían volver a preguntarnos ahora, ni dos meses han pasado, tanto a mí como a la madre de la alumna con S. Down que habiendo estado integrada en centro público en primaria, el curso que viene va a aula específica. Seguramente daríamos una respuesta menos suave de la que dimos.